O mejor dicho: “Los pantalones que no logro sacarme de la cabeza”
Si tuviera que describir mi relación con Instagram según estándares sanos —obviando los hábitos enfermizos y co-dependientes— diría lo siguiente: Estoy muy familiarizada con esta aplicación y la opción que te permite archivar esas fotos que no quieres dejar pasar.
Tengo archivos cuidadosamente curados y categorizados, lo que habla de una organización que desconocen mi hogar, mi carro y cualquier espacio físico que haya ocupado jamás.
Es precisamente esta organización virtual la que me ha ayudado a reinterpretar mi clóset —como les aconsejo que hagan en Crónicas de una Shopaholic— y ganar inspiración cuando esta viene en gotero.
Si hago un snapshot mental de mi closet y navego por fotos antiguas de facebook, mi preferencia por invertir en nuevas blusas y blazers se hace bastante obvia. Si soy honesta, hasta hace un año no era capaz de formular más combinaciones de outfits en mi mente que blusas y blazers con mis jeans preferidos del momento.
Los jeans venían siendo esa ‘cama de lechuga’ que trae una ensalada, que asumo como dada—sin mayores reparos—y que lejos de causarme rechazo, tampoco me generan mucha ilusión. Por el contrario, los “toppings” sí que lo hacen.
Es por esta razón que ir en búsqueda de pantalones de vestir se siente algo más refrescante.
Puedo culpar a las imágenes que les comparto a continuación, o a una transición natural de estar más cerca de los 30 que de los 18.
Ustedes saquen sus conclusiones.
Ahora les comparto la más concreta expresión de mi reciente obsesión por prendas que no ocupan más que los miembros inferiores de mi cuerpo: los pantalones de vestir. Una razón más para no osar a ‘skip leg day’.
1. Los pantalones ‘Palazzos’
Voy a poner de mi parte.
No ahondaré en la perfección que alguien como yo pensaría inalcanzable, hasta ver que mujeres como Alex Rivière y Olivia Palermo la alcanzan a diario— o al menos en Instagram. No sé si es LA melena, el que sus outfits parezcan tailor-made siempre, o su actitud; pero ese nivel de estilo y pulcridad no se compra.
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Dejando de lado quién lo usa, me encanta cómo combina un outfit súper classy con zapatillas blancas. Rompe la estética elegante de su outfit con algo más casual y rudo, sin restarle ni una onza de pulcro al look. Las zapatillas le dan ese toque más duro, que rescata al outfit de ser “muy cute“. Algo que también destaco es el que rompa lo monocromático de su look con el chaleco de pelos que lleva puesto.
Este look es instantáneamente elevable con unos botines en punta o hasta botas por encima de la rodilla debajo del palazzo. Yo personalmente optaría por la opción de las botas por encima de la rodilla, pues usar botines de tacón en punta con pantalones que exponen mis tobillos crean la ilusión de que tengo las piernas más cortas. Y esa ilusión no me ilusiona en lo más mínimo.
Tengo un pantalón palazzo gris bastante parecido, y una cafarena del mismo color que compré en rebaja en Zara hace poco con perlitas en las muñecas. También tengo un chaleco de pelos que adquirí a muy buen precio en la zona KIDS de Zara, así que cualquier día de estos recreo este look.
Quizás ande más cerca de parecer una ardilla cuando lo use, pero las ganas de recrearlo son más grandes que mis posibilidades de fracaso—o al menos eso quiero creer.
Estos pantalones están en mi mente tantas veces como el cinnamon roll que alguna vez vi compartido en el Instagram feed de una amiga en ‘CAFÉ A MARKET’. Los necesito a ambos, ansiosamente.
Los pantalones son el protagonista del outfit, y quien los lleva puesto lo tiene muy en cuenta. Son sumamente versátiles, y me atrevería a decir que la tela es lo suficientemente fresca como para poder llevarlos en verano también.
Se ven lo suficientemente cómodos para armar un airport look con ellos, así que ruego que las tiendas de fast fashion produzcan unos similares. Si los consigo, planeo usarlos hasta desintegrarlos.
Y ¿Por qué no en mi luna de miel? Pienso que se verían muy bien con unas sandalias tipo Hermès—que se parezcan a las Oran en todo menos en el precio — y un buen cocktail de bienvenida apenas pise la playa.
Me quedan 88 días de countdown por marcar del calendario, pero no puedo negar que me gusta la espera y los visuals que acabo de crear en mi mente…
Ok, ahora definitivamente no me puedo quitar los honeymoon visuals de la cabeza.
Se supone que se trata de los pantalones, pero la correa está cautivando más mi atención en estos momentos. Dudo que lleve una correa a mi viaje, y en realidad dudo que tenga ganas de usar algo más que un bikini, pero de todos modos quiero esa correa. ¿Alguien ha visto algo así en tiendas? Acabo de comprarme unas nuevas en FINA, y las devolvería todas por una como la de la imagen.
2. Estos pantalones. Nada más que estos.
Si me sigues en Instagram, que— sin una onza de objetividad— te sugiero hagas, quizás has notado mi reciente afán por los pantalones retro. No veo lo retro en ellos, pero en tiendas los llaman así.
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Es el corte de la basta, el print de ‘Príncipe de Gales’ o ambos, pero estos pantalones los tengo grabados en piedra en algún rincón especial de mi mente.
Esta basta, en complemento con unos buenos stilettos, ayudan a estilizar y alargar las piernas.
Los pantalones son lo suficientemente neutros y monótonos como para complementar a un statement sweater de cashmere o a zapatos que sean el punto focal. También son lo suficientemente interesantes como para usarlos con un cardigan o sweater básico simple —como el de la imagen— y dejar a los pantalones de protagonista.
No sé si me animaría a usarlos con stilettos como los de la imagen—pese a que ando algo corta en centímetros— ya que suelo priorizar la comodidad y usaría algo más cercano a unos kitten heels.
Una bufanda o pañuelo tampoco vendrían mal. Ahora que lo pienso, tengo un pañuelo de color beige con detalles floreados —que quizás ya viste hasta el hartazgo—que le daría un pop of colour simpático.
He regresado a la imagen una vez más y no acabo de querer incorporar algo burgundy al outfit, lo ayudaría a destacar aún mas. O no… Quizás es perfecto tal y como lo vemos.
De todo modos, siempre hay espacio para personalizar las prendas a nuestro gusto.
3. Los pantalones de cuero
Tengo dos pares de pantalones de cuero negro. Sí, son del mismo color. La única diferencia material es que uno abriga más, pues es más grueso que el otro. Tomando en consideración que no existe fibra sintética que replique el look de cuero lo suficientemente delgado como para usarlo en verano, sobra concluir que resiento estas compras . Tengo dos items exactamente iguales, sin ningún pretexto aparente.
También resiento ambas prendas porque no son precisamente cool. Y tengo una picazón constante por comprarlos de este tipo:
¿Cómo es que una misma persona —Louise Roe— tiene los 3 pantalones de cuero que quiero?
Por si mi compra duplicada no te dice esto, déjame ser reiterativa: los pantalones de cuero tienen un lugar especial en mi corazón. De todos modos—y por más que me fascinen los negros sueltos de la primera imagen—me niego a acumular tres pantalones de cuero negros. Con dos es más que innecesario.
Por otro lado, no tendría ni medio reparo en comprar los de la segunda y tercera imagen. Porque seamos francos, los pantalones de cuero se ven sofisticados y rock ‘n’ roll. Pero no se ven cómodos, porque no lo son.
Así que, ¿Pantalones de cuero sueltos—ergo cómodos— y stylish?
Mi respuesta es sí. Mi sola pregunta es: ¿Dónde los esconden?
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