Me siento particularmente drawn hacia las historias de éxito, esas historias que indudablemente nacen de oportunidades que favorecen a algunos por sobre otros. Esos casos especiales que entrelazan las aptitudes inviduales, el timing, alguna fracción de suerte; y tantos otros elementos que acondicionan el podio de aquel que se ha topado con el éxito.
Yo me pregunto: ¿Se puede hablar de éxito de forma objetiva? Dado que es un monólogo, me respondo a mí misma que no. El éxito en sí mismo y lo que interpretamos como tal tiene muchas directrices, muchas variantes y muchos matices.
Pensemos en alguien exitos@. ¿Qué es lo primero que alcanza a sentarse en nuestra mente? ¿Quizás el dinero? ¿Reconocimiento? ¿La fama? En realidad puede ser algo de eso, o todo en conjunto con otr@s aspectos más. Son todas respuestas válidas y que responden a la interpretación que le podamos dar al éxito.
Si me preguntan, el éxito redunda en el dinero, reconocimiento y/o fama. El éxito, eso que veo dibujado como la línea meta en el “Crash Bandicoot” de mi vida: es encontrarme satisfecha con lo que hago, sentir verdadera pasión por algo, sin importar los resultados.
Pero hay algo peligroso acerca de esa añoranza, algo nocivo que puede empañar cualquier intento de emprendimiento o la experiencia de quien ya se lanzó a la piscina. Y es lo que sigue:
“Haz lo que ames y no tendrás que trabajar un día en tu vida”.
Eso que nos han hecho creer y repetir, eso que nos han hecho anhelar: es falso, es engañoso. Es una falacia cruel.
Todo desenlace de triunfo, por más glamoroso que aparente ser, necesariamente se construye de muchos sacrificios en formas de tiempo y esfuerzo. Y es que, siendo los seres limitados que somos todos, vivimos en una constante sumacero: cada hora dedicada a hacer eso que añoramos es una hora menos que le dedicamos a algo igual de importante para nosotr@s.
Así es la vida: quien haya encontrado un balance óptimo debe sentirse más que realizado y exitoso.
Sé que no es estrictamente necesario escribir sobre cómo estoy balanceando las horas que dedico a mi trabajo de oficina, el blog y mi vida personal. Pero para efectos del argumento, te diré que mi experiencia ha sido del todo imperfecta. No diría que he fallado necesariamente, aunque probablemente ande bordeando esa línea en días particulares. Esfuerzos dedicados a encontrar un balance adecuado existen, logros en la materia no tanto. Así que en resumen, solo puedo decir que estoy haciendo mi mejor esfuerzo.
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Hoy es un Lunes cualquiera, acabo de comer algo rápido en la cocina para darme el tiempo de escribir un poco y no tener que hacerlo mientras esté de vacaciones. Ahora que estoy acostada en mi cama— 4 almohadas como respaldar después y con la laptop encima— me doy cuenta que tengo que subir a la cocina nuevamente porque se me olvidó dejar la lonchera. El reloj marca algo más de las 10 de la noche y hasta esta actividad me suena símil a realizar un triatlón. Quiero intentar ponerle punto final a este relato. Pero no se me ocurre mucho, estoy algo atareada. Solo escribir esto me ha costado. Escribir esto también.
¿Debería bañarme ahorita y poder dormir más mañana? O ¿Mejor me baño por la mañana?
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Les confieso algo: últimamente anhelo horrores esa sensación de “sentirme fresca” por las mañanas. Esas mañanas en las que me lograba resetear, y tras las que pensaba en cuán acertada había sido mi mamá al decirme que mejor me levante temprano a estudiar en lugar de desvelarme. Hace mucho que no me siento así. Las mañanas no me significan frescura, ni qué decir renovación. Voy por la vida como una batería de celular que no llega a cargarse por completo durante la noche. ¿Serán los cuasi 30? ¿Alguna vez dejaré de culpar a mi edad?
Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, y algo me dice que tu también. Así que te propongo algo, un ejercicio que podamos hacer todas juntas. Algo que puede parecer sonso, hasta irresponsable para alguien—como yo— que se ha mantenido siempre en regla de cuadrícula.
Regálate un pase libre. Yo haré lo mismo.
Un día solo para ti, solo para mi. No vayas a hacer ejercicio, si no es lo que quieres. Desayuna a la hora de almuerzo si así lo prefieres. No te lleves la laptop del trabajo a casa. Anda a ese lugar que quizás te queda lejos y que tiene eso que te provoca hace mucho, pero que permanece guardado entre tus fotos del celular cuando debería estar en tu sistema digestivo. Anda al spa, date ese masaje. Quédate en pijama todo el día y come calorías vacías, a veces las pide la cordura.
Tienes un pase libre: ′go WILD′
Como con el éxito, todas tenemos diferentes nociones sobre ESE día perfecto. No te voy a decir lo que tienes que hacer, porque eso tu ya lo sabes.
Así que en corto y sencillo: haz tiempo para ti.
Son muchos los esfuerzos asignados a todo y a todos. De hecho hace muy poco alguien me hizo pensar sobre lo poco que nos veíamos últimamente y tuvo razón. La escuché, pasé tiempo con ella y qué bien nos hizo a las dos. Y esto me sirve para indagar más sobre el tiempo que le dedicamos a nosotras: ¿Quién nos manda señales de alerta cuando nos descuidamos a nosotras mismas? Te lo cuento: Nadie.
¿Cuándo fue la ultima vez que hiciste algo única y exclusivamente para ti? No que te haga feliz porque estás haciendo feliz a alguien más, algo sola y exclusivamente para ti.
Para cuando lean esto— y realmente espero que lo hagan— me estaré cobrando ese pase libre. Realmente lo necesito. Espero que se hagan un espacio y lo hagan también. Creo que volveremos más renovadas para el trabajo, para los proyectos personales y para todo lo que contengan estas vidas ajetreadas que llevamos.
Y no lo olvides: “Hacer lo que te gusta no es fácil”, por mucho que se haya viralizado lo contrario. Pero hay algo muy importante que rescatar: Y es que lo vale.
Han escuchado ′Oh child′ de Robin Schulz y Piso 21? Please do.
Anónimo says
ame todooooo <3
Estefania Campoblanco says
Gracias!! Me alegro 🙂