Lo he dicho antes: me encantan los blazers. Me encantan hoy y me encantaron también, en tiempo pasado.
Si tuviera que justificar este gusto de magnitud superlativa, empezaría por decir que un blazer estiliza cualquiera de mis outfits de forma automática, mientras me evoca ‘comfort’ al mismo tiempo. Y no me refiero al comfort de un sweatshirt o un hoodie —porque a quien quiero engañar…
Hablo de esa sensación que transmite tu comfort food por elección, algo familiar. Esa era la palabra que buscaba.
Los blazers me son familiares, en sus formas mas clásicas—desde épocas de colegio en que los usaba a lo ‘chiquivieja’, hasta un martes cualquiera en el que nada funciona hasta que agrego un blazer a mi outfit del día. Y cuando no los ando buscando nostálgicamente— por ese sentido de familiaridad—los busco en versiones más modernas y cortes menos clásicos.
Escrito esto, concluyo que los blazers son buenos. ¿Hay algo mejor que uno?
Si me preguntan: Diría que mejor que un blazer, son dos. Y ¿mejor que dos? Un suit/traje o conjunto de blazer con pantalón.
Hay algo acerca de los trajes que evoca poder. Tan solo mírenme recreando un look que usé la semana pasada. No me sentía bien, quienes me siguen en Instagram saben que he tenido jaquecas diarias, inclementes e inoportunas.
Pero me puse este traje, me hice una taza de café y me sentí mejor. En ese orden.
Llámenme superficial, pero hay momentos en los que—de tener la energía y siendo el malestar manejable— verme mejor a como me siento contribuye con mi sensación de bienestar. O visto de otra manera, si me siento fatal y me percibo fatal, el ciclo solo se torna más fatal. Hay algo curioso acerca de como nos proyectamos al mundo, es un mensaje que nos tiene de emisor y de receptor también.
En corto: Si te sientes en confianza, la transmites. Si la transmites, la percibes también. ¿O no?
Si vamos por las minucias: este traje es cómodo sin comprometer cuán favorecedor. Marca la cintura, y pese a ser de talle y boca ancho, empieza lo suficientemente alto en el tronco como para estilizar la figura y alargar las piernas.
Yo no tengo mucha definición en el cuerpo, no soy curvilínea ni mucho menos. Esto resulta en que un blazer con hombreras y un tanto de estructura me favorezca con creces . Mi figura se define, sin necesidad de andar comprimida o inhibida en una silueta rígida e incómoda— ¿A quién le gusta regresar del almuerzo hinchada y de paso mostrarlo? Ya pues…
El corte recto del blazer me hace ver más menuda y larga. Y algo que no me molesta: disimula mis pecados más recientes en forma de calorías vacías y botella(s) de vino.
Para este momento, el título de la entrada te puede parecer confuso, siendo generosa. O engañoso, siendo realista. Yo misma me confundí, y me perdí entre tanta tela y mejores tiempos.
Les explico, me sentí tan bien en este conjunto que no reparé en usarlo para una ocasión alternativa a mis días corporativos. Ahora que está tan de moda usarlo todo con zapatillas, pensé: ¿Por qué no?
Pues dame permiso de documentar ese “no” con pruebas fotográficas:
Si me piden una opinión: no es mi mejor look.
Lo supe desde antes de tomarme las fotos, pero me las tomé de todas formas. Ahora, no dejes que mi decisión de mostrártelas sirva como testimonio de confianza, o que disfracen lo insegura que me sentía conmigo misma.
Mis poses de “puntitas” no hacen más que reafirmar lo incómoda que estaba: subrayan mis intentos por verme más larga, más estilizada y menos “hoy salí con el workwear de mi mami y espero no se de cuenta”. Si pararme en puntas es lo que se necesita para proyectar una imagen que carezco de no pararme de esta manera, mi respuesta es: NO.
Para ser justa—si bien el traje puede ser muy holgado para usarlo así— pienso que el que no me vea como quisiera se vincula más a mi percepción, que con mi ropa y las proporciones del traje.
Nuevamente entra a jugar lo que les decía de la confianza y la propia percepción. Me conté a mi misma que no me quedaba bien, y terminé por transmitirlo.
Piensa en las personas o celebridades que se filtran en tu mente cuando del buen vestir se trata. Estoy haciendo este ejercicio contigo y siempre vuelvo a lo mismo: esa percepción de verlas siempre “bien” tiene más que ver con la actitud y la confianza que transmiten. Y en segundo plano, con las proporciones de sus prendas y las telas que visten.
Si no me creen y tienen unos minutos que matar: escriban Solange Knowles fashion en Google. No sabría ni cómo pararme usando su closet, razón por la cual soy Estefania Campoblanco y no Solange—pequeño detalle.
Dejando un renglón, en “White sneakers vs me” les cuento que llegué bien tarde a la fiesta de las zapatillas. Tengo la voluntad de recuperar el tiempo perdido, y esta guerra no ha terminado.
¿Traje con zapatillas? No tan “Easy Peasy Lemon squeezy”, pero es una tendencia con la que me pienso involucrar.
Esperemos que con esta probabilidad de éxito,
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