Inseguridades.
He escuchado que tod@s las tenemos: modelos, personas exitosas, gente brillante.
No me encuentro en ninguno de esos grupos, por lo que no podría poner mis manos al fuego por esa afirmación. Pero es algo que he escuchado.
Sobre lo que sí puedo hablar y a montones: las inseguridades de una persona común y corriente como yo.
Como todo lo que debe decirse tal y cual es, prosigo a contar lo siguiente: Tengo una fijación subnormal con los cuerpos desde siempre — con tener ‘esas dos’ que distinguen a las mujeres adultas de las niñas, y de las que yo–
alguien con un desarrollo más bien tardío — carezco por completo.
¿Quién no ha mirado por la ventana a ver si llega ese cuerpo adulto– que jamás vino– a recoger sus cuerpos pre-púber? Es una metáfora, pero quizás solo fui yo.

Ahora que espero ese 16 de Abril y la celebración de mis últimos veintes en esta tierra, lo acepto: este cuerpo mío pre-púber ya no es más pre-púber.
Este es mi cuerpo, el mismo de hace 10 años con el metabolismo un tanto más dormido.
En mi experiencia: aceptar tus falencias– o las que lastimosamente percibes como tales– no necesariamente te acerca a ellas, o las vuelve más fácilmente tolerables.
Aquí estoy en Maldivas, ese lugar maravilloso que tantas veces les conté por Instagram y con el que soñé desde chibola.




Y les pongo esta escena: Estoy en el paraíso, con mi esposo y en mi luna de miel. Y por un momento me frustré, y no la pasé bien. ¿Y saben por que? Porque no salía bien en mis fotos en ropa de baño.


Ahí está, lo dije: un ejemplo palpable de como mis inseguridades– mi abdomen y el ser ‘pañuelo de mago’ — pueden llevarse lo mejor de mí.
Quería la foto, esa falsedad que se idealiza en las redes sociales y que no enseña lo que está detrás: mi esposo gastando tiempo invaluable de su luna de miel, tratando de satisfacer mi ego.

ángulo que filtrara el regocijo calórico de las vacaciones.
En ese momento: En lugar de retratar momentos inolvidables, retraté momentos que ojalá pudiera olvidar.
Tras reflexionar sobre lo ridículo de la escena y una llamada de atención de mi esposo, decidimos invertir un tiempo de esa tarde en tomarme casi todas las fotos que les he enseñado por Instagram: cambiándome más de una vez de ropa para capturar esas fotos de ‘estilo bloguera’ y no tener que invertir más tiempo luego. Era nuestra Luna de Miel después de todo..
Alonso: “Estás en el paraíso. ¿De verdad vas a estar molesta por no salir bien en una foto”?
Bum.
Así que por acá les cuento ese ‘secreto’ del que no se ventila tanto: Esas fotos tan “espontáneas” que una ve, son todo lo contrario. En mi caso, y para efectos del blog que he creado: no lo son casi nunca. ¿Cómo podrían serlo? Hay tantas variables que juegan en esto: La luz, mis ángulos, mi esposo (que no es fotógrafo); la posibilidad de ver cómo salimos al segundo de tomarnos la foto para decidir si nos tomamos otra más, y otra…hasta llegar a la que queremos.
Y sí, hay mucha falsedad en todo esto. Pero también pienso que todo está bien, siempre y cuando no interfiera en nuestra felicidad, o la condicione de ninguna manera. Siempre y cuando la tomemos por lo que es y sepamos que no es real, cuando no lo es.
¿Tu sabes que no es real?
Yo siempre supe que existía el photoshop, pero no lo uso– por flojera y por temor a empezar a compararme con una realidad falsa de mí misma. Y repito: siempre supe que existe el photoshop, pero no conocía: EL PHOTOSHOP, en letras mayúsculas y en negrita.
Indagando más en el tema, me topé con este texto en un artículo. Me llamó mucho la atención y la traducción sigue así:
“En ocasiones, la portada de una revista resulta de una compilación de imágenes, en lugar de una sola toma que ha sido editada (” una edición de 8 horas como mínimo)”. Puede incluir el ojo de una mujer de una toma y su brazo de otra toma diferente. El cabello de una modelo para un anuncio de belleza puede compilar partes extraídas de 15 imágenes diferentes. Incluso los objetos inanimados como los bowls de cereal, son retocados de esta manera. Nadie sabe que el bowl se compone de 3 imágenes distintas. El bowl en realidad no existe [….]”
Leo esto y como dicen los gringos: ‘My jaw drops’. Aquí estoy pensando que lo sé todo sobre el photoshop, menos usarlo. Pero en realidad no tenía idea del grado en el que se retocan muchas imágenes. Pensé que el photoshop era ese “toque de sal y pimienta”. No el plato de fondo…
Tampoco era consciente de lo mucho que esto me impactaba.. a mí y de hecho a ti también.
Nosotras cogemos estas revistas, estas imágenes; y tomamos decisiones, las usamos de referente. Entre los ejemplos menos perjudiciales: ¿Quién no le ha enseñado a su peluquer@ una foto de Pinterest o de una revista para que te maquille, o te pinte el pelo de un tono en particular? ¿Quién ha quedado insatisfecho luego? Yo he llevado imágenes grabadas en el celular solo para que un experto me diga que ese tono de pelo no es real y es alterada.
También he soñado con paisajes irreales que efectivamente lo son, literalmente. Porque no existen. Todo tiene filtros.
Las fotos que vemos son superiores a la realidad que ve su autor. Todo es tan cercano a la ficción, que cuando no lo es sentimos la necesidad de expresarlo:
“Hashtag no filter “
Hoy por hoy, que no puedo ignorar los anuncios de ‘Facetune’ o ‘Perfect365’ que me acosan en Instagram, Facebook y Youtube — esos en los que puedes blanquear tus dientes, cambiar tu nariz, maquillarte y hacer de ti algo cercano a un GMO — me cuestiono en qué filtro vivo.
Me pregunto si las inseguridades de alguien como yo — alguien promedio que recibe halagos frecuentes de su esposo y madre — se refuerzan, más no nacen, de involuntariamente tratar de equipararme con fotos maravillosamente editadas. Y por supuesto, fallar.
Cuando el retrato supera el objeto que retrata, ¿Cómo competimos con eso? ¿Dónde trazamos el límite?
Esto no es un llamado a banear el uso del Photoshop en ningún sentido. Tampoco pretendo juzgar a quienes lo usan. Están en todo el derecho de hacerlo. Pero quizás, solo quizás, debería haber más honestidad explícita al respecto.
Ya saben. Del mismo modo en que las influencers o bloggers que promocionan productos — a cambio de beneficios — deben contarnos de ello (#Ad), quizás deberían mencionar también el uso del Photoshop o demás alteraciones tecnológicas en las imágenes que comparten — siempre que el caso aplique.
Nadie les pagará por eso, pero serían más honest@s y — quizás — menos fans confundidos les arrojarían odio por redes sociales. Estos últimos también perderían menos tiempo buscando escaleras chuecas y/o errores de edición. Quién sabe, ¡Quizás hasta la productividad per cápita aumentaría!
Pero dicho todo esto, ¿En qué me ayudaría que las chicas más regias sean más honestas? ¿ En qué grado me haría sentir más cómoda en el cuerpo que habito? Pienso que en ninguno.
Sabemos que los retratos de actrices, celebridades y modelos pasan por extenuantes retoques antes de revelarse. El tiempo de procesamiento de una foto se redujo tremendamente solo para que el tiempo de post-edición lo sobrecompense. Y esto lo sabemos, lo tenemos muy presente.
Pero esto no quita que el ideal de belleza — creado en la computadora o no — exista. El referente es ficticio, pero es referente por igual.
…
A finales del año pasado, me contacté con una Nutricionista. Y entre mis objetivos del 2019: el migrar hacia hábitos más saludables se ubica en mis Top 3. Esto es algo positivo y que nunca antes había intentado.
Este reto del que les hablo solía encabezar la lista, pero ahora está en el puesto 3.
Ya les cuento por qué.
Si bien el target es bueno, las motivaciones que lo anteceden no lo son del todo. Buscar una vida saludable suena muy lindo, pero pierde protagonismo cuando lo que realmente quiero son los cambios físicos que potencialmente me traería.
Pueden pensar que no es importante y que mientras mi salud mejore,
¿Qué diferencia hace?
Creo que toda la diferencia del mundo. Y si anclo este proceso a los resultados de largo plazo (los corporales), lo más probable es que me frustre en el camino y no llegue a ningún lado.
Así que mi primer objetivo del 2019 es dejar de poner tanta relevancia en mi aspecto físico. Ni resentirlo, ni idolatrarlo. Mostrarme más indiferente.
No planeo empezar una campaña falsa de “self-love” en la que pretendo amar cada una de mis lonjas y mis estrías. ¿Por qué lo haría? Estas no cuentan más historias que excesos de vino, carbohidratos y grasas saturadas; todas fecundadas en mi falta de disciplina y fuerza de voluntad. Estas no son cosas que valoro de mí misma.
¿Lo que sí valoro? : Mi capacidad de introspección y el poder ser sincera conmigo misma. Incluso cuando lo que descubro me avergüenza e incomoda.
No sé si el quitarle peso a lo físico me ayude a sentirme mejor en el cuerpo que habito. Solo sé que si no me siento cómoda luego de 28 años, quizás es tiempo de un cambio. Un cambio de mentalidad, y no precisamente de cuerpo…
¡Ya les cuento cómo me va!
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